En un contexto atravesado por pantallas, notificaciones constantes y múltiples formas de entretenimiento digital, la lectura ha ido perdiendo presencia en la vida cotidiana de muchas personas. Celulares, videojuegos, redes sociales y plataformas de streaming consumen buena parte del tiempo disponible, desplazando actividades clave para el desarrollo cognitivo y emocional. Entre ellas, la lectura ocupa un lugar central, no solo como práctica cultural sino también como herramienta para comprender el mundo y fortalecer el pensamiento crítico.
Esta pérdida de interés suele relacionarse con un factor fundamental: la falta de hábito lector desde la infancia. Cuando la lectura no está presente en el hogar o no se transmite con el ejemplo, es difícil que se convierta en una actividad natural más adelante. El hábito lector no surge de manera espontánea; requiere acompañamiento, disponibilidad de libros apropiados para cada edad y, sobre todo, adultos que lean y modelen ese comportamiento.
La evidencia educativa confirma que los niños que crecen en entornos donde se valora la lectura desarrollan mejores habilidades lingüísticas, mayor creatividad y una comprensión más profunda de su entorno. Si querés conocer más sobre el desarrollo temprano de estas habilidades, consultá nuestro artículo sobre cuándo aprender a leer y escribir.
El impacto cognitivo y emocional de la lectura
La frase “la práctica hace al maestro” se aplica perfectamente al acto de leer. Cuanto más se lee, mayor es la fluidez, la capacidad de interpretar textos y la posibilidad de conectar ideas. Esta práctica constante amplía el vocabulario, mejora la expresión oral y escrita, y fortalece la capacidad para comunicar pensamientos de manera clara.
La lectura es también una herramienta para organizar el pensamiento y desarrollar la concentración. Un libro exige atención sostenida, algo que se vuelve cada vez más desafiante en la era de los estímulos breves e inmediatos. Al leer, la mente se ejercita, establece relaciones entre conceptos y profundiza en ideas que no suelen aparecer en formatos digitales de consumo rápido.
Desde el punto de vista emocional, los libros permiten explorar mundos posibles, ponerse en el lugar de otros y comprender diferentes realidades. La literatura favorece la empatía, la comprensión de emociones y la construcción de una visión del mundo más amplia. En edades tempranas, esta función es clave para el desarrollo socioafectivo.
Leer desde antes de nacer: el valor del acompañamiento temprano
Inculcar el hábito de la lectura no comienza en la escuela, sino mucho antes. Numerosos estudios señalan que la lectura en voz alta a bebés —e incluso durante el embarazo— estimula el desarrollo neurológico, favorece el vínculo afectivo y prepara el terreno para futuras habilidades lingüísticas.
Leer en voz alta sigue siendo una de las estrategias más poderosas dentro del aula y en el hogar. Permite trabajar la entonación, transmitir emociones, ampliar vocabulario y generar una atmósfera de atención compartida. Esta práctica no solo acerca a los niños a los libros, sino que también les muestra que la lectura es un acto social que se disfruta en compañía.
La lectura como fundamento de la formación integral
Los libros acompañan el crecimiento intelectual y emocional de las personas. Al leer, la mente construye representaciones del mundo, incorpora saberes y reflexiona sobre la propia experiencia. La lectura es un pilar de la formación integral, ya que desarrolla la autonomía, el criterio propio y la capacidad de comprender textos cada vez más complejos.
Desde una perspectiva educativa, promover la lectura no es solo una cuestión metodológica, sino una decisión pedagógica que impacta en todas las áreas del aprendizaje. La comprensión lectora está directamente vinculada al rendimiento en ciencias, historia, matemáticas y cualquier disciplina que requiera interpretar información.
Leer como forma de libertad
El célebre personaje argentino Mafalda decía: “Vivir sin leer es peligroso; te obliga a creer lo que otros digan”. La frase sintetiza una verdad profunda: la lectura nos permite formar criterio, evaluar la información que recibimos y evitar la dependencia de discursos ajenos. En tiempos de sobreinformación, rumores y noticias falsas, leer se convierte en una herramienta imprescindible para moverse con autonomía intelectual.
Fomentar la lectura no es solo promover un hábito cultural. Es brindar a las personas, desde la infancia, un instrumento para pensar, expresarse y comprender la realidad con mayor profundidad. La lectura sigue siendo una de las prácticas más poderosas para construir ciudadanía, fortalecer la educación y formar individuos críticos y creativos.



